Amo la carga porque amo y admiro el trabajo del ser humano.
No hablo del transporte solamente, ni de los despachos aduanales, ni del comercio internacional; tampoco de los negocios internacionales.
Valoro enormemente la importancia que tiene la carga en el desarrollo y bienestar de los pueblos en el mundo.
Cuando logro poner un granito de arena para que una carga llegue a su destino final en condiciones, tiempos y costos óptimos me siento feliz. Siento una labor y una misión personal cumplida.
La carga representa simultáneamente la culminación e inicio del trabajo de diferentes personas en el mundo. Es una cadena. Una cadena logística, pero también es una cadena humana. Una red de eslabones productivos, altruistas, comerciales o militares, entre otros. Todo producto del trabajo y del ingenio humanos.
Además, desde pequeño me han gustado mucho los transportes. Quería ser chofer de autobús o de trailer antes que ser policía o bombero.
Cada año manejo aproximadamente 40,000 km por carretera visitando expos, clientes, puertos y aeropuertos. Cada vez que me cruzo con un camión no puedo dejar de pensar en la carga que está transportando. En la altura que tienen los puentes que cruzará o si las casetas permitirán el paso de cargas sobre dimensionadas.
También pienso y trato de buscar la mirada del chofer. A veces los saludo y no hay mejor momento que cuando me regresan el saludo con un cambio de luces, una señal o un claxonazo. Le deseo buen viaje a él y a su carga.
Las cargas, así como los humanos deben tener un destino. El mío es transportarlas hasta ahí.
Es por esto que amo la carga.